lunes, 17 de febrero de 2020





Mi cuento En el Aqueronte acaba de ser publicado en el N°2 Vol. 1 de Revista Virtual Quimera. Quiero agradecer al Equipo de Redacción por su amabilidad y generosidad. A la lectura de la revista se puede acceder, de modo gratuito, a través del siguiente enlace.

jueves, 4 de julio de 2019


     Los cronologistas literarios, los valedores de géneros, insisten en señalar a Poe como el creador del relato policial; algo que sin ser del todo erróneo, tampoco es completamente cierto. Entre otras cosas, porque tal afirmación omite, o pretende ignorar, que con su Mademoiselle de Scudéry, Hoffmann anticipó a Poe en dos décadas. Cierto, no hablamos del mismo rompecabezas mental ni de ese puro juego de ingenio que inauguraría el autor de Los crímenes de la calle Morgue; de hecho, Hoffmann se muestra con mucho menos meticuloso en la indagación del misterio aunque por ello mismo sobrado más desconcertante. Sin embargo, Mademoiselle de Scudéry bien puede ser considerado un relato policial en toda regla, y también una suerte de anticipo –incluso de modelo. Por lo demás, establecer principios no deja de ser nunca una labor de ingenuidad antes que de erudición. Ab ovo es igual a decir ab gallina y, por vía de consecuencia, a plantear menos una solución que un dilema, un absurdo –una paradoja. En lo que a mí concierne, muchas veces me divertí afirmando que el verdadero creador del género policial fue Gabriel Nicolas
Gabriel Nicolas de La Reynie
de La Reynie, el prefecto de Policía francés a quien Luis XIV encomendara el famoso proceso apodado «de los venenos». En vano busqué en la historia un 
affaire detectivesco de tanto nombre y popularidad antes de éste; sobre todo, que haya sido objeto de igual seguimiento por la sociedad de su época. La correspondencia de Madame de Sévigné, fechada durante dicho período, resulta ilustrativa al respecto: el público aguardaba las novedades relativas al caso de los venenos con la misma ansiedad con que luego las participaba o discutía, tal como si, menos que de un suceso de la realidad, se tratase de una ficción literaria escrita para ser leída en entregas semanales. Por otra parte, toda la legislación concerniente a la industria farmacéutica cambió de modo dramático a raíz de los hechos sacados a la luz durante el proceso. Y en lo que toca a La Reynie, no solo se trata del primer policía de fama, sino de aquel que «levantó el cargo de teniente del bajo y ordinario nivel que le es propio, para convertirlo en una especie de ministerio de grandísima importancia». Son palabras de Saint-Simon, a quien no se lo conoce precisamente por mostrarse rumboso en el halago. Pero hay más, cuando se siguen las preciosas notas que dejó el prefecto, se cree estar por momentos ante la primera versión, el original o el boceto, de esos tipos metódicos para el análisis, verdaderas máquinas de raciocinio, que más tarde –bastante más tarde– nos ofrecería la literatura a través de señalados ejemplos como los de Charles Auguste Dupin, Sherlock Holmes o el Padre J. Brown. Sigamos al propio La Reynie acerca del affaire de los venenos para apoyar tal presunción:

«He hecho cuanto he podido al examinar las pruebas y los indicios a fin de asegurarme y estar convencido de la verdad de los hechos, y no he podido lograr mi propósito; por el contrario, he buscado todo lo que podía persuadirme de que eran falsos y tampoco lo he conseguido» (Frantz Funck-Brentano, El drama de los venenos).

       Farsa para la medianoche, cuento seleccionado en el IV CERTAMEN E-DITARX EDICIÓN ESPECIAL DE RELATO HISTÓRICO-POLICIAL para integrar, junto a otros doce de sendos escritores, la antología El caso del reloj desaparecido, tiene como protagonista a esta suerte de precursor del detective sagaz que la tradición literaria nos ha legado, el mismo que a través de sus minuciosas y públicas pesquisas hizo posible al lector del relato policial antes de que el relato policial fuera todavía posible. Aunque escrita en clave de humor, la narración transita los oscuros y sórdidos recovecos de un siglo mucho menos regular y solemne de lo que los historiadores oficiales nos han acostumbrado a imaginar. Mi más sentida gratitud a Carmen Marcos y a Enric Flors por permitirme formar parte de esta nueva aventura literaria de E-ditarx.

La noticia completa en el siguiente enlace.

lunes, 1 de julio de 2019


Elihu Vedder, The Last Man




Mi cuento El día en que todos se volvieron locos acaba de ser publicado en el N° de abril de Revista Extrañas Noches, literatura visceral. Mi más sentida gratitud a todo el equipo de redacción de la revista por su amabilidad y generosidad. A la lectura del relato se puede acceder, de modo gratuito, a través del siguiente enlace.

lunes, 16 de julio de 2018


Cierra los ojos y piensa en tres personajes históricos… ¡Ya! Seguramente has pensado en tres hombres, con gran poder (genocidas, revolucionarios, reyes o emperadores…). ¿Dónde quedan las mujeres? ¿Y las víctimas? ¿Y los antihéroes, niños, artesanos, campesinos…?

”Descubre que la historia puede tener otros protagonistas en los relatos de nuestros escritores”.

Con estas palabras, Editorial E-ditarx presenta Relatos de un viejo reloj roto: Antología que reúne las trece obras ganadoras del III Certamen de relatos breves de ficción histórica, entre las cuales figura mi cuento La rival.

Mi más sentida gratitud a Enric Flors, a Carmen Marcos y a todos los que hacen posible E-ditarx.


La noticia completa en el siguiente enlace.

miércoles, 15 de marzo de 2017


 

Sci-Fdi, revista semestral de la Facultad de Informática de la Universidad Complutense de Madrid, acaba de publicar en el N°17 mi cuento La abominación desoladora. Mi más sentida gratitud al comité editorial y a todos los que apoyan esta publicación. A la lectura del relato se puede acceder por medio del siguiente enlace.

domingo, 13 de noviembre de 2016

El País de los Sueños

«Des six cents volumes que j’ai écrits, il n’y en a pas quatre que la main de la mère la plus scrupuleuse doive cacher à sa fille» (Alejandro Dumas, Le vert paradis).

Ilustración de Gregory Colbert
Es del gusto de los seres humanos generarse a sí propios la ilusión de que todo cuanto los rodea puede ser aprehendido, nominado y dispuesto cual pieza de encastre en una clasificación cualquiera inmersa en un gran sistema de categorías cualquiera, sin que el proceso suponga la pérdida parcial del objeto apercibido, acaso de todo lo que en él había de más singular y precioso. No obstante, y cual llevamos dicho, ello no pasa de la mera ilusión. Los ordenamientos racionales, basados en nociones abstractas y generales, sólo son válidos como método para allanar el camino del iniciado en su largo peregrinaje hacia esa otra ilusión que denominamos “conocimiento” o “saber universal”. Tomados, en cambio, cual genuinos, indiscutibles e inmutables bloques de conceptos, a más de odiosos, se hacen por completo perjudiciales, pues inducen a error.
Un ejemplo, desde luego entre otros innumerables, lo aporta la “literatura infantil” o lo que se ha dado en reconocer como tal. Nada hay stricto sensu que pertenezca en exclusivo al ámbito de la infancia, y los libros menos que cualquier otra cosa. Al fin y al cabo, al momento de abrir un libro todos somos, en algún modo, espíritus niños, y siempre la medida de tolerancia del niño, en relación a una lectura (o a lo que fuere), estará pautada menos por lo grave que por lo tedioso. No la tragedia, sino el fastidio, determinará el límite. Hablamos de adultos, según dijimos, hablamos de niños.
El País de los Sueños pertenece a una serie de relatos para cuya realización sólo tuve en mente, y como finalidad, el deseo apasionado de transitar, no ya los terrenos de lo improbable, sino decididamente de lo imposible, valiéndome de mi anhelo de fantasía y del atrevimiento que sólo la imaginación otorga.
No fue, por tanto, un cuento pensado para niños, lo que no implica la exclusión de los mismos. Que haya podido integrar una antología destinada al público infantil confirma tal ambivalencia.
De aquí las palabras de Dumas que preceden estas líneas… Solo que tras revisarlas con detenimiento se me ocurre proponer lo inverso, a saber: que, quizás, aquello que “la madre más celosa” (sugerida por el autor de Montecristo) debiera evitarle a su hijo es la lectura de un libro que excluya al adulto, que no esté destinado a ganar nada con los años y que, por vía de consecuencia, no admita, aunque más no fuere con el concurso del recuerdo, volver a sus páginas... una y otra vez.

martes, 24 de mayo de 2016


¿Qué fuerza misteriosa, nunca vista, se oculta en esta troika?
(Gogol, Almas muertas)

Si existen mundos capaces de poner a prueba nuestra capacidad de asombro, en lugar destacado debiéramos situar la Rusia zarista. No importa si nos remitimos a los tiempos de los grandes autócratas masculinos, a los de sus endebles herederos o a los de las grandes autócratas femeninas. A cada página, de este fenomenal relato, acentúase la impresión de que se penetra en un texto confuso, a veces anárquico y siempre terrible, escrito en una lengua secreta cuya clave elude el más esforzado sondeo.
En rigor, Rusia semeja aglutinar en sus anales todos los raros elementos capaces de hacer que la historia adquiera carácter de insólita y truculenta invención, o, quizás, de leyenda oral brotada de labios orientales y primigenios durante mil y una noches de sensual molicie.
Ninguna de las rudas poesías de lo grotesco falta. Ninguno de los imprevisibles juegos de luz y de sombra y de cuanta abrupta alternancia de opuestos sea dable concebir. Todo puede depararnos la lectura de estas curiosas páginas; todo, excepto lo convencional. Pues, ya fuere en el bien o el mal, en el amor o el odio, en el disfrute o el tormento, Rusia no acata la medida de lo ordinario; se revela irreductible a la regla de las proporciones o las simetrías; trasciende, sí, el mero desenfado para rozar, a cada momento, lo descomunal.
Pareciera ser que las fronteras del vasto país, casi sin límite cierto en lo físico, mostrasen reciprocidad en el espíritu de las criaturas cultivadas allí para gobernarlo. Los hechos de estos omnipotentes soberanos, en arremolinada y confusa amalgama, se ven sombreados de continuo por excesos de placer, de crueldad y de bufonesca demencia, a los que resulta difícil hallar paralelo. Otras geografías, otros climas y tiempos históricos contienen sus buenas dosis de rotura con los esquemas formales, es verdad; la diferencia es que aquí, lo extraordinario, se establece como lo habitual.
Hay que recalibrar la mirada antes de atreverse en estas desiguales perspectivas de desquicio y exponer los nervios a sufrir el vértigo, o el hechizo, de lo raro e incongruente. Hay que determinarse a penetrar esta suerte de bosque sembrado de distorsivos espejos cuyas artificiosas perversiones ópticas son capaces de poner a prueba los más aplomados raciocinios.

Una monstruosa satisfacción se inscribe dentro del dislocado marco histórico, de abigarrado juego ilusorio, que acabamos de esbozar, donde el ángulo de retrato concuerda sólo con la rotura, la deformidad, la subversión; donde la materia cambia a cada rato de ánimo y de forma; y donde la única medida, para las emociones y actos humanos que se refieren, está determinada nada menos que por la ausencia de toda medida.